Cada día te espero ardoroso, impulsivo,
con la ansiedad urgente de un novio primerizo.
Por la avenida llegas, estimulante, hermosa,
engalanada tu aura con la luz de mil soles,
homenaje rendido de galaxias lejanas,
Despliegas, fascinante, tu magia seductora,
como una luna nueva cargada de promesas.
Con celosa impaciencia de amante cotidiano,
espero en tu mirada un brillo apasionado
y un beso volandero se escapa entre mis dedos,
caballero del viento, que agita tus cabellos.
Al vuelo lo recoges llevándolo a tus labios,
con un brillo en los ojos de amor correspondido.
«¿Será hoy, por fin, el día?», me pregunto impaciente,
buscando en tu postura la respuesta que anhelo.
Pero tu rostro amado se nubla de nostalgia,
como oscurece el día la nube pasajera,
cuando niegas, de nuevo, rompiendo mi esperanza.
«No sé, tal vez mañana».
Lenitiva la brisa me entrega tu promesa,
mientras tu boca alumbra un beso de consuelo.
Y te alejas despacio, majestuosa, bella.
dejándome doliente, febril, enamorado,
sabedor que hoy a otros regalarás cariño
sosegando sus almas con caricias de hielo.
Que fatal providencia, que amargo desatino,
consentir con la muerte hallarse prometido.