—¡Uf, qué ganas de echar el cierre, menudo día! Yo os digo, que si esto sigue así algo habrá que hacer, no lo soporto, estoy muerta.
Un petardeo de tubos de escape llega desde la calle y alguien, ajeno a lo intempestivo de la hora, golpea la puerta con la esperanza de que le dejen entrar.
—¡Ay, no, por favor! ¿Es que nunca tienen bastante? Si hoy no he pasado por cien clientes, no he pasado por ninguno. ¡Dios mío, qué locura!
Desde el fondo del local surge una voz grave, de señora mayor, admonitoria.
—¡Qué quieres, hija, es que vais provocando! No tapáis nada. Minifalda, dicen, cinturón ancho, como mucho. En cambio, a mí solo me han probado un par.
El comentario provoca un carraspeo generalizado y alguna que otra risita malvada.
—Señora, es que las tallas grandes tienen menos salida, pero no se apure, ya vendrán las rebajas, que se vuelven locos y entran a todo —siempre hay una lengua bífida más descarada que las demás.
—Más vale tener, que no desear, pingo, más que pingo —responde la otra sin poder disimular el cabreo.
Un gruñido sordo viene a zanjar la disputa.
—¡¿Queréis dejarlo de una vez, copón, ya?! Algunas queremos dormir y no hay manera con vuestros cacareos.
—Pues no sé cómo lo vas a hacer, cariño, con semejante escandalera —apunta otra, llamando la atención de todas sobre el estrapalucio de risas, vocerío y gresca, que llega nítido desde el piso de abajo.
—Ya estamos como todas las noches, fiesta de pijamas en la sección de lencería. Yo no sé para qué está el vigilante, los tiene cuadrados, por favor. Menudo inútil.
Genaro lo escucha todo en silencio, parapetado tras un biombo chino en el departamento de muebles.
—«Esto lo digo yo en la central y no se lo cree nadie» —piensa mientras sigue haciendo la primera ronda—. «Menos mal que solo pasa en el área de textil, porque sería para volverse loco. De todas formas, no me quejo, unos grandes almacenes siempre son más llevaderos; peor se pasa en una obra, toda la noche vigilando ladrillos».
Y con su secreto a cuestas, se pierde en las oscuridades de la tienda, porque hay cosas que no se pueden contar.
Eres genial. 🥰
Tú sí eres una amiga. Abrazos gordos.
Maravillas salen de tu cabeza.