Y el bando rezaba así:
«Debido a la reiteración descontrolada de las averías sufridas por el reloj de la Casa Consistorial y ante la carga que supone para las arcas del Ayuntamiento su reparación y mantenimiento; la Junta Municipal, reunida en sesión extraordinaria con carácter urgente, tomando en consideración las opiniones vertidas por cualificados científicos referidas a la relatividad del tiempo ( Albert Einstein, Stephen Hawking o Chamkaur Ghag), ha llegado a las siguientes conclusiones:
Que espacio y tiempo son inseparables e interactúan.
Todos y cada uno de los acontecimientos de nuestras vidas ocurren en un espacio-tiempo diferente, aunque sucedan en lo que creemos que es el mismo sitio.
Nuestra historia es una alternancia de instantáneas. En nuestra experiencia como seres humanos percibimos el tiempo como una secuencia de sucesos. Es decir, que no existe el presente, porque se transforma en pasado en el momento en que se produce.
La percepción que tenemos de que el presente es lo único que existe carece de sentido, porque es efímero y se precipita en la nada cada zeptosegundo (0,000000000000000000001 segundos).
Queda científicamente demostrado, o no, que el tiempo habitualmente va para adelante y raras veces para atrás.
Así que teniendo en cuenta todas estas consideraciones y otras de carácter pragmático que a nadie se le ocultan, yo, el Alcalde, proclamo que el tiempo es una ilusión y, por consiguiente, a partir del día de la fecha queda abolido el presente. Desde hoy vivimos en el futuro.
Bienvenidos a la entropía.
Yo el Alcalde.»
Y de esa manera, con la credibilidad del tiempo en entredicho, quedó solucionado el problema del reloj de la Casa Consistorial.