Qué sería de mí sin ese amigo,
que cada día me aguarda en el espejo;
notario distraído y mal testigo,
del ingrato deber de hacerse viejo.
Qué sería de mí sin su mirada,
amable, comprensiva e indulgente,
que conjura la muerte apalabrada,
como poco, hasta el día siguiente.
Qué sería de mí si no tuviera,
el reflejo vital de su presencia,
caminando a mi lado en la vidriera,
empeñada en mostrar mi decadencia.
Qué sería sin su audacia demente,
que sigue cultivando juventudes,
con la pujanza de un adolescente,
donde ya solo crecen inquietudes.
Sin su engaño piadoso, qué sería,
enfrentarse a la cruel cornucopia
y confirmar que el tiempo cada día día,
se afana en redimirme de esta inopia.
Qué sería de mí, si ya no fuera.
Que sería de él, sin mi presencia.
Qué será de los dos, cuando yo muera.
Vacío, oscuridad, olvido, ausencia.