Estaba repleto, no cabía un alfiler, el aforo al máximo, doscientas cincuenta y cinco almas, llenaban el salón de actos del Hogar del Jubilado Santa Veneranda y el candidato del OPIP (Os Podéis Ir Preparando), para las próximas elecciones generales, Aquilino Fachascal, no acertaba a disimular su entusiasmo.
—Barremos, Carrasco, barremos. Mira qué cantidad de patriotas. Expectantes, ansiosos, impacientes, diría yo, por escuchar nuestro mensaje.
—Sí, Aquilino, estoy seguro de ello, pero no echemos las campanas al vuelo, que una golondrina no hace verano, aquí ninguno baja de los ochenta y loro viejo no aprende a hablar.
—¡Coño, Carrasco, eres un muermo! Estos son los mejores, los que han luchado toda su vida por la nación, defendiéndola para que sea una, grande y libre. Encarnan los valores tradicionales, la esencia misma de nuestro programa, espejo y ejemplo para las nuevas generaciones, esa juventud emergente, sana, vigorosa, emprendedora, libre de influencias malsanas, ambigüedades venéreas y utopías filocomunistas.
—No sé, no sé, Fachascal, lo mismo tienes razón, pero caras vemos, corazones no sabemos, no es oro todo lo que reluce, a lo mejor nos estamos aprovechando un poco de su buena fe y cuando descubran el engaño… En fin, ya sabes, mejor ir por derecho y al pan, pan y al vino, vino.
—¡Joder, Mariano! Hombre refranero, maricón y embustero. Deja ya de darme la vara, copón y ve a comerle la oreja al director de campaña. ¡Señor, qué cruz, contigo!
—Vale, vale, pero a mí, el eslogan me parece pan para hoy y hambre para mañana:
«ERECCIONES GENERALES»
«NUESTRO COMPROMISO»
»Qué quieres, Aquilino, no es serio.
—Un error de imprenta, Carrasco, hilillos de plastilina en el océano de la disputa política, sapos más grandes se han tragado estos gilipollas y sin respirar. No seas tan tiquismiquis y hala, vamos al tajo que hay faena.