Por la arteria del vino, a la alegría,
pasa la vida, pronta, intransigente,
y hacia los arrabales de la muerte,
se encaminan el ego y su entropía.
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Desde el vino a la vida, la memoria,
salvaguardia del alma en retirada,
le achica los espacios a la nada
transando una sentencia absolutoria.
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Del corazón al vino, el homenaje
ferviente del latido milenario,
se declara, leal y tabernario,
vasallo de la cepa y su linaje.
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Que al desamor, el vino sea analgesia,
como el llanto es alivio al desconsuelo,
lenitivo compañero en el duelo,
dios protector de evanescente iglesia
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Y en el último adiós, que corra el vino
festivo, asilvestrado, enfebrecido,
anticipo de un Edén prometido,
por si el diablo se cruza en el camino.