Decir que la Puerta del Sol se despierta con las primeras luces del alba, es una metáfora tramposa —si es que hay alguna que no lo sea—, porque la Puerta del Sol nunca duerme. Pero el trile es una seña identitaria del entorno urbanita en que vive la plaza y eso convierte en creíble la figura retórica.
La Mariblanca hace la esquina en la calle Arenal. Como casi todo en esta ciudad, no es la auténtica escultura de Venus que en 1630 coronaba la fuente de las Arpías, solo una copia más barata, pero da el pego y como la gente pasa del tema y no hace preguntas, a la corporación municipal se la suda.
—Buenos días Mari, parece que ya refresca —esponja las plumas Paloma, descansando el primer vuelo del día sobre la testa caliza de la estatua.
—¡Qué quieres, hija, a finales de septiembre! Y haz el favor de no cagarte en mi cabeza, que me la dejas llena de bigudíes. ¡Hala, si antes lo digo!
Paloma, tras la descarga, a saltitos, cambia su ubicación al hombro derecho de la diosa.
—Lo siento, Mari, pero es que para esto soy como un reloj, corazón. No te agobies, que con rulos o sin ellos estás guapísima.
La estatua, si pudiera, mostraría escepticismo con su lenguaje corporal, pero, dadas las circunstancias, no mueve ni una ceja.
—¿En serio, no me ves más gorda? ¡Ay, no sé, no me acabo, yo…! Esto de ser el arquetipo de la hermosura, qué quieres, emocionalmente pesa mucho, Paloma, créeme. El tiempo corre y los cuerpos se estropean. Cuando cae la belleza…
Paloma se despioja las plumas con el pico y abanica las alas.
—¡Cómo vas a estar gorda, Mari, coño, no me jodas, si eres puro carbonato cálcico! ¡Qué manías os entran a las guapas, Jesús! Ya me gustaría a mí tener vuestros problemas. Además, la belleza es eterna, imperecedera, una noción abstracta llena de matices subjetivistas. Quae visa placet, como dijo el de Aquino: bello es lo que agrada a la vista, y, oye, para gustos, colores.
—No te me pongas intensa, Paloma, reina, que de buena mañana estoy muy espesa.
Con un aleteo breve, el bicho volvió a posarse en los pétreos rizos de la diosa.
—Mari, la gente guapa, tenéis la vida resuelta, eso es un hecho incontestable, aunque tengáis menos luces que el dormitorio de un topo, y no lo digo por ti, cariño, que eres divina, pero fíjate la cantidad de macizas y macizos que cobran un pastón por ser tontos del culo y hacerlo público.
Con qué ganas, le habría soltado la escultura, un papirotazo al pajarraco, pero es lo malo que tiene ser de piedra, no hay forma de mover un dedo.
—No, guapa, de eso nada. Lo que pasa es que la chusma está cargada de prejuicios y, en cuanto ve a un tío o a una tía buenorros, tira de tópico y les cuelga el sambenito. «Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla». Esto es de Confucio, ya que te pones a tirar de pensamientos profundos. ¡Hala, otro rulo! Parece que lo hicieras a mala leche, Paloma, hija.
—Perdona, chica, es que he comido ganchitos y esas guarradas me mueven el cuerpo. Pero me lo has puesto a huevo, amante: «Confucio es un señor muy antiguo, chino-japonés, que inventó la confusión». Te sonará, fue trending topic en su momento. La gilipollez dio la vuelta al mundo y fue parida por Giosue Cozzarelli, aspirante a Miss Panamá en 2009. ¿Crees que allí terminó su carrera de guapa con pretensiones? Pues no. La convirtieron en una muy cotizada modelo y hasta crearon para ella, con su nombre, una línea de camisetas, que llevaban estampadas frases del «chino-japonés». Por su cara bonita.
A la Mariblanca, aquello le tocó la fibra.
—Ya estamos. La niña rubia está buena, ergo, es gilipollas; de manual. Seguro que no te has molestado en buscar una metedura de gamba parecida en un tío. ¡Sociedad machista de los huevos!
—¡Ay, qué bonita te pones cuando te enfadas, cariño! —aleteó, Paloma, divertida—. La belleza está en todas partes: en el arte; en la naturaleza; en el poder. Claro que los hay, tíos metepatas, digo. A ver si te suenan estas perlas: «Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». «Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente». «Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo». Esto y más lo dijo un señor con toda la barba, para que veas, y no es que sea guapo precisamente, aunque, ya sabes, para gustos…, pero gozó la belleza del poder. ¿Semejante diarrea mental lo inhabilitó para el servicio público? Pues tampoco, nada más lejos; con decirte que llegó a presidente del gobierno. Con un par.
Si hubiera podido, a la Venus se le habría escapado una sonrisa, pero… ¡Caramba, que ya lo he dicho antes: es de piedra, leñe!
—No sé, Paloma, no sé. Visto así, lo mismo tienes algo de razón. Pero no me líes, coño. ¿De verdad que no me ves gorda?
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