¿Y esto te parece necesario, Rosa Mari? Mujer, que son treinta, no, treinta y un años de convivencia, corazón, hay confianza para hablar las cosas, digo yo.
Vale, que sí, que voy muy a lo mío, siempre dándolo todo en el negocio y muy poco en casa, tienes razón, pero, cariño, vivir en La Moraleja, costearte la tarjeta VIP en el club de golf, tener a tus padres instalados, todo el año, en el chalecito de Oropesa y a los chicos estudiando en Lóndres…, hija, qué quieres, hago lo que puedo, la madre de Supermán se murió en el 36; uno tiene sus limitaciones, no me parieron en la factoría Marvel.
No, no digas nada, reina, déjame hablar, aunque sea por esta vez.
Hay formas de llamar la atención, si es lo que querías. Oye y no te quito razón, Dios me libre, pero, ¿de verdad que no había otra? A ver, que no te juzgo, quién soy yo, pero mujer, este señor aquí, en nuestra cama, en pelota picada…
Por cierto, soy Antonio, el marido, mucho gusto, y usted, no me lo diga, por lo que adivino es el entrenador de pilates; menudos pectorales que se gasta, amigo, se notan las horas de entrenamiento en el gimnasio, ahí, dale que te pego: cardio, musculación, full contact.
Lo suyo son las sentadillas, se le nota en lo prieto del nalgatorio. Yo, asentar, lo que se dice, soy asentador de frutas y verduras en Mercamadrid; a las cinco de la mañana estoy todos los días ahí, a machete, como un valiente, pero es lo que tiene ser de culo bajo, que no se me luce.
En fin, Rosa Mari, mi vida, que hay maneras y maneras. Todo se puede hablar y me parece innecesario este despliegue de medios tuyo para enviar mensajes. Haz como yo, que te lo digo de frente, sin parafernalias, a la pata la llana y calzón quitao; bueno, eso tampoco, que con lo que se gasta, aquí, este señor, más vale guardar las formas.
Cariño, no tenemos un duro.
Hija, un bajón financiero. A ver si te crees que es solo el petróleo, a mí me ha pillado la crisis de la judía verde gallega; se ha puesto a unos precios que me descojono yo del barril de crudo.
Pero no te vengas abajo, corazón, y usted joven tampoco, aunque presumo que su flacidez es circunstancial; anda que no hay Rosamaris de sobra en el mercado, ¿verdad, amigo? Por cierto, sáquele gusto a ese culín de güisqui caro que le queda en el vaso, porque ya no hay más.
Tú haz lo que quieras, mi amor: esta casa ya es del banco y el chalecito de Oropesa también, avisa a tus padres, que no les coja de golpe la noticia. A los niños los repatriará el consulado y yo me voy a vivir con Merceditas, más maja. Curra de cocinera en el bar del merca: tiene celulitis, las tetas un pelín caídas y en su puta vida ha pisado un tapete de yoga, pero, hija, hace unos callos de bacalao con garbanzos que quitan el sentido.
¡Joder, que a gusto me he quedado!
Ves, así se dicen las cosas, sencillamente, sin alardes innecesarios, ni pijadas, con naturalidad. Y daros prisa en acabar lo que estabais haciendo, porque los de la comisión de acreedores están en la puerta y, digo yo, tampoco es plan.
Ahora, no sé, cosa vuestra.