Con enorme fastidio dejó de leer el periódico. Lo dobló por la mitad dejándolo sobre la mesa y se removió en la silla, molesto por el alboroto que montaban aquellas dos bestezuelas chillonas, mofletudas, paticortas y rubias como angelotes de Murillo, correteando entre las mesas al amparo de la protección cómplice de sus madres, que…