Fueron los Niños Perdidos quienes descubrieron el cadáver de Peter Pan, colgado en la verga de trinquete del Jolly Roger, que cabeceaba, panzudo, aburrido y con las gavias recogidas, en la quietud espectral de la bahía del Canibal. Llevaban varios días buscándolo, sin descanso, por todos los rincones de Nunca Jamás. Volvieron patas arriba el Árbol del Ahorcado, no fuera a estar escondido, muerto de la risa, en algún baúl; tras el armario ropero; camuflado en los fogones o en el hueco de la chimenea, enredado en alguna de sus acostumbradas bromas. Pero no estaba allí.
Tampoco dieron con él en la Laguna de las Sirenas, ni en la Roca de la Calavera. En el campamento indio hacía meses que no le veían el pelo, según afirmó una princesa Tigrilla visiblemente cabreada, y en el bosque Tiki no hubo un solo árbol que supiera darles alguna pista de su paradero. Por último, decidieron ir al Jolly Roger y allí lo encontraron, balanceándose al final de una soga, con la barbilla hundida en el pecho y los brazos desmadejados a lo largo del cuerpo, como un espantapájaros roto, inservible, derrotado por el vendaval de una mala tormenta.
Se decretaron tres meses de duelo oficial y se abrió una investigación, gracias a la cual se supo que James Garfio había sobornado a una sirena, que debía fingirse atrapada en las redes abandonadas de algún descuidado pescador, seguro de que Pan acudiría a ayudarla al oír sus lamentos. Así fue. El taimado pirata, oculto entre las rocas del acantilado, cayó con todo su ejército de mercenarios sobre el desprevenido muchacho, que esta vez no tuvo oportunidad de defenderse.
Pasado el luto oficial se celebraron elecciones, Lelo fue nombrado presidente de la república; se iniciaron conversaciones de paz con los piratas y Garfio mandó estampar camisetas con la imagen de Peter Pan, que se vendieron como rosquillas por todo el mundo, proporcionándole pingües beneficios económicos.
Y es que siempre pasa lo mismo: a rey muerto rey puesto, la vida sigue y los malos acaban ganando un dineral con el merchandising de sus víctimas.