06-Lobo
Un trueno furioso hizo temblar las vidrieras de Ancomar; parpadearon las luces y en aquella semipenumbra, el destello intermitente y prolongado del relámpago creó una ilusión óptica cegadora, como de estroboscopio, que puso expresiones de asombro, cuando no susto, en las caras de los parroquianos. «El aroma a café y bollería fina son un buen refugio para capear tormentas», me dije. A pesar de la hora, poco más de mediodía, la mañana se había vestido de luto y gruesos goterones comenzaron a estrellarse contra los cristales que amparaban el escaparate de la confitería. Apenas tuve tiempo de pasar por casa, cambiarme de ropa y dar un repaso al contestador telefónico, soy de esas nostálgicas que todavía conservan el viejo aparato fijo, de baquelita, y siguen confiando en la tecnología del siglo pasado. La agenda solo ocupaba un par de compromisos, a priori nada complicados si no se torcían las cosas. En el ayuntamiento tuve suerte, el funcionario de turno me dedicó su tiempo con inusual diligencia; aún no eran las doce y ya estaba libre de compromisos. Al salir encontré…