Coleccionando sueños
Ya sabe cómo son los chiquillos, jefe, siempre andan fabricando historias y más entonces, que no había otra diversión que la calle, cualquier palo era Tizona, con cuatro cojinetes y una tabla armábamos un bólido de carreras, nos inventábamos escenarios bélicos, andar a las pedradas era un entrenamiento para la vida y un hueso roto te llevaba en volandas a lo alto del pódium. Las tardes de verano, cuando ya no había escuela, nos juntábamos en el parque de la Leña, entonces todavía era un simple almacén de intendencia, allí, al amparo de las montañas de tueros, tocones y ramullas, nos hacíamos confidencias, se cambiaban cromos y compartimos los primeros cigarros; quizás fue alguna colilla nuestra la que provocó el incendio. A la mayoría de mis amigos les gustaba el futbol y reunir estampitas de jugadores famosos, más o menos como ahora; ya ve, tampoco ha cambiado el mundo demasiado. Yo no tenía dinero para comprarlas, en casa éramos tan pobres que no podíamos permitirnos aficiones, ni tan siquiera sueños nos dejaba abrigar mi padre; por eso empecé a coleccionar…